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Rodas: la isla del sol

Cuentan los mitos clásicos que cuando Zeus creó el mundo se olvidó de Helios, el dios del sol. Sin embargo, la divinidad, comprensiva, no permitió que el padre de los dioses volviese a recrear el cosmos, sino que eligió Rodas, la mayor isla del archipiélago del Dodecaneso como lugar de residencia y hogar para su familia. Quizá, por todo ello, Rodas disfruta de más de 300 días de sol al año, razón más que suficiente para ser considerada como la isla del sol. 
 
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Por su disposición en el mapa, Rodas ha mantenido influencias de casi todas las grandes culturas mediterráneas: minoicos, dorios, rodios, persas, griegos, macedonios, romanos, bizantinos, y mucho más. La lista se alarga a lo largo de los siglos a través del Imperio otomano e incluso una ocupación italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá, Rodas ha sido siempre un espacio abierto a las relaciones comerciales y un punto de intercambio entre Oriente y Occidente; también casa de una de las siete maravillas del mundo antiguo: el Coloso de Rodas, que debemos mencionar (casi) por obligación.
 
Hoy, te invitamos a un recorrido a través de Rodas que despertará tu interés hacia estas latitudes de Grecia; ¡eso sí, no nos hacemos responsables de la necesidad que sentirás de sacar un billete al aeropuerto de Rodas-Diágoras y perderte por la isla del sol.
 

Razones para viajar a la isla del sol

 
Rodas se extiende a escasas millas al sur de la costa turca; para hacernos una idea de su extensión, deberíamos imaginarnos una isla que, aproximadamente, ocupa una tercera parte de Mallorca y cuenta con todos los servicios para realizar un largo viaje con conexión directa por mar y aire.
 
Si viajamos en avión, el aeropuerto Internacional Rodas-Diágoras acoge vuelos de todas partes del mundo; por otra parte, si estamos visitando algunas de las más de 6.000 islas de las que se compone Grecia, podremos realizar todo tipo de conexiones también en ferry.
 
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Empezamos nuestra visita en el puerto antiguo, Mandraki, donde se erigió el coloso de Rodas representando a un dios Helio de 37 metros de altura que nos permitía la entrada a la ciudad a través de sus gigantescas piernas. Acabó con él un terremoto en el año 227 a. C., pero todavía hoy es espectacular visitar la zona y, mientras imaginamos aquel gigante en piedra, contemplar algunas de las esculturas que se conservan: los ciervos de bronce de las columnas de piedra de la bocana, la Torre de San Nicolás o el faro.
 
El puerto viejo de la isla del sol nos lleva hasta las murallas de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y el casco antiguo de la ciudad. Allí, seguimos los pasos de aquellos que se convertirían en la Orden de Malta en el siglo XVI, con murallas de 12 metros de altura que protegían palacios y otros edificios que ya sobrepasan, en perfecto estado, los ocho siglos de antigüedad.
 
Los puntos turísticos más destacados de la zona son:

  • El Palacio del Gran Maestre, construido a lo largo de 1300 y destruido por los turcos en 1856; durante varios siglos funcionó tanto como sede de los caballeros, así como ciudadela. Curiosamente, fue reconstruido tras la conquista italiana de 1939.
  • Entre las calles Sócrates e Hipócrates, muy cerca del mar, se encuentran todo tipo de tiendas de recuerdos y suvenires de la región; en la plaza de Hipócrates, también podemos visitar una fuente turca, que nos conducirá hacia la Lonja de los Mercaderes, la judería o los espectaculares caballitos de mar en bronce de la Plaza de los Mártires.
  • La Mezquita de Solimán, levantada en 1808 para conmemorar la victoria turca. En esta zona, también podemos visitar otros edificios religiosos y civiles, como la Mezquita de Mustafá, la torre del reloj, la biblioteca o los baños turcos.

Al abandonar las murallas, sentiremos cómo quedan atrás siglos de historia que permanecerá, por siempre, parcialmente cubierta por el paso del tiempo. No obstante, la calle Diagoridon en dirección este nos conducirá de vuelta a la Edad Clásica, donde encontraremos la Acrópolis de Rodas, donde se disponía la vida pública y las defensas mirando hacia el resto de Grecia. Por desgracia, en la Colina de San Stefano, solo se conservan algunos restos del templo dedicado al dios Apolo.

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Sin intención de desmerecer esta, más interesante es la acrópolis y la ciudad de Lindos, con casas blancas encaladas y tejas rojas que nos anuncian la llegada. En la zona alta, se conserva el templo de Atenea y otros restos arqueológicos de gran valor: los propileos del santuario, la stoa helenística, el castillo de los caballeros de San Juan o la iglesia ortodoxa de los siglos XIII-XIV.
 
Como puedes comprobar, la isla del sol es un lugar idílico, donde la vida clásica y la actual disfrutaban y disfrutan de un contacto entre dos mundos y una historia que se extiende a través de toda su costa oeste.

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