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SepLas ciudades hermosas pueden visitarse en cualquier época del año, y cada estación le da su matiz. Pero Praga tiene un halo oculto que brilla con especial intensidad con la luz otoñal.
Si quieres visitar uno de esos lugares que te dejan marcado para siempre, la ciudad es Praga. Y el momento, el otoño.
La capital checa es una ciudad de larguísima historia, con una rica vida cultural, lo que significa que hay mucho por ver.
Como no es una ciudad excesivamente grande, y el transporte público es eficaz, en 3 o 4 días puedes exprimirla. Sólo necesitas prepararte los recorridos por barrios, que están todos muy cercanos y bien delimitados, y descubrir así la Praga artística con su Teatro Negro, su Teatro Nacional y sus museos de arte; o la Praga medieval y misteriosa, con su castillo, su Puente Carlos, sus iglesias y sinagogas, sus cementerios, su famoso reloj. ¿O quizá un recorrido literario por la Praga de Kafka y Hasek?
No importa lo que veas ni el orden en que lo hagas: todo te encantará. Lo que hace especial el otoño es el marco. Aquí tienes X puntos escogidos que no puedes perderte en esta época:
Está claro que si vas a Praga vas a pasar por su puente más famoso, así que te lo plantearé de otra forma: es en otoño cuando más especial se vuelve.
En otoño, el Moldava provoca una ligera bruma que vuelve la ciudad muy misteriosa, y el nítido espectáculo que puedes ver desde el puente en pleno verano, se convierte en un lienzo increíble: a un lado, las agujas del barrio de Malá Strana elevándose hacia el castillo. Al otro, la Torre de la Pólvora, y el skyline del Staré Mesto, un lujo de cúpulas, torres y pináculos inolvidables entre la bruma.
Amaneceres y atardeceres son especialmente impresionantes, y si tienes la suerte de que algún músico esté en el puente en ese momento, puedes tener el momento de tu viaje.
Seguramente subirás a visitar el castillo de Praga, pero a menos que seas un deportista empedernido, lo harás en tranvía. Así que el momento de disfrutar del paisaje es al bajar.
Tú no tengas prisa, hay mucho por ver: el Callejón del Oro, los museos, la catedral… Además, al lado del castillo está el monasterio de Strahov, donde podrás disfrutar de una colección de libros antiquísimos expuesta al público.
Y cuando llegue el momento de bajar, hazlo a pie, por las calles que dejan el castillo a tu izquierda.
Lo que tendrás los siguiente minutos es un espectáculo exclusivo del otoño: las laderas boscosas a la derecha, que descienden hasta el río, y en las que brillan cien tonos diferentes de verdes, amarillos, rojos y ocres. No hace falta describir más, porque es indescriptible: ve y compruébalo tú mismo/a.
El cementerio judío de Praga es uno de los imperdibles de la ciudad, porque es impresionante: miles de tumbas unas encimas de la otra, con las lápidas en hebreo amontonadas como fichas de dominó… ¿Qué mejor momento para visitarlo que en otoño?
La caída de las hojas y la calidad de la luz lo convierten en un lugar realmente misterioso, como todo el barrio judío, incluso ahora que es moderno casi en su totalidad.
De algún modo, cada vez que doblas una esquina en uno de esos atardeceres brumosos, y topas con alguna de las sinagogas históricas, te transportas a la ya desaparecida Praga de la novela El Golem, de Gustav Meyrink.
Vaya por delante que hará algo de frío y debes llevar una chaqueta que te abrigue. Pero no hay nada mejor que pasear por Praga, aunque sea sin rumbo, durante el atardecer y por la noche.
Praga está muy poblada de edificios especiales de diferentes épocas: medieval, moderna, de la época soviética… pero de noche, la bruma, la luz artificial, y el sonido de los pasos en las calles adoquinadas, convierten cualquier paseo en una experiencia especial, muy romántica para parejas, y muy impactante si vas sólo embebiéndote del ambiente.
Además, como hará frío, seguro que te apetecerá entrar en cualquiera de los restaurantes o pubs, y así vivirás la otra Praga, la de Hasek. Donde divertirse, tomar una cerveza y probar el bendito goulash con patatas.
Pero aparte de la increíble belleza del lugar en otoño, hay otro motivo que lo hace muy recomendable: la menor masificación.
Lugares como el Callejón del Oro, o el Reloj de Praga, son casi imposibles de ver en pleno verano. El otoño te proporcionará el espacio que necesitas, lo cual hace el viaje aún mejor. Y más económico.
Así que no lo dejes para el año que viene: búscate tres días este otoño, coge un vuelo, y vete a Praga a descubrir todos sus secretos y misterios bajo la bruma y la caída de hojas.
Será una escapada que no olvidarás.
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