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MarHay una serie de situaciones que, si todavía no las has vivido, es que no has viajado lo suficiente: ronquidos que amenazan con destrozar tus tímpanos y tus nervios en un albergue, niños pesados en el avión destino a Moscú (nunca cuando vuelas en viajes de veinte minutos), las prisas, los nervios, la ansiedad del día antes… Algunas nos ponen histéricos e histéricas, otras son inherentes a cada avión con el que despegas rumbo a otro continente, ¡pero de todos se aprende! Aprendes a ser más tolerante, más flexible, más realista… o eso, o te vienen ganas de soltar cuatro verdades al aire.
Para que vayas sobre aviso, ahí van 7 ‘handicaps’ que sabemos que, antes o después, vas a vivir, así que lee, relájate y asume que son cosas que pasan, que no es el fin del mundo y que todas ellas fastidian mogollón.
#1. Perder el equipaje, o que te lo envíen a Kuala Lumpur en una escala
Cuando aparece tu maleta por la cinta de equipajes, suspiras aliviado/a. Si eres de los que sigue esperando cuando todos los demás se han ido ya, pues… esa vez te ha tocado ser la víctima. Lloras, pataleas, gritas, maldices tu mala suerte, pero tu maleta se ha perdido por el camino o te la ha perdido un operario manazas; en el fondo, da lo mismo, ¡porque es el primer drama del viajero, lo mires por donde lo mires!
#2. Equivocarse escogiendo la ropa
Claro, estaba chupado escoger ropa de entretiempo para tu viaje a Londres (habrá quien se haya paseado por Hyde Park o Buckingham Palace con chanclas también, claro), pero Tánger, Kyoto o Jordania te han hecho dudar más, ¿cierto? Bueno, consuélate con que en casi todas partes puedes comprar ropa, tanto si vas en manga corta a 2.000 metros de altura como si el aire del desierto te obliga a acordarte de toda la familia de aquel dependiente que te recomendó unos leggins negros a juego con… ¡su alma!
#3. Tirar de comida basura todo un mes
No es que sea muy sano, pero entre restaurantes de comida rápida y supermercados, a los quince días empiezas a maldecir no haber planificado con algo más de presupuesto para no tener que tirar de sándwiches semanas y semanas… ¡Al menos come fruta también!
#4. Porque el presupuesto… Espera, ¡¿se ha acabado el dinero?!
Sí. Eso también le ha pasado a todo buen viajero que se precie. Y entonces llega la verdadera odisea: sobrevivir hasta que llega el día de vuelta o cambiar el billete incluso (que más de uno también ha tenido que hacerlo). Sea como sea, el mejor consejo de todos es que pienses siempre un poco por lo alto y gastes un poco por lo bajo. ¡Lo agradecerás!
#5. Se llaman… necesidades fisiológicas, y fastidian que no veas
Vale, aquí hay un tándem a remarcar para todo buen viajero. El viajero aguerrido y auténtico debe probar la comida local, delicias picantes, platos típicos que jamás imaginó… y sufrir largas estancias de retortijones entre monumentos de la ciudad y lugares de interés que te va a costar disfrutar ese día.
Asimismo, pocas cosas hay más desagradables que tener que hacer pis y no encontrar el sitio ni el modo (en especial, las chicas), o encontrarlo, y casi desear no haberlo hecho debido al estado en el que se encuentran. ¡Ay, los hombres, cuánta ventaja tienen en este punto en concreto!
#6. Perder un vuelo
Quizá entre los malos malísimos, perder un vuelo esté en el Top 3. Lo cierto es que pocas cosas dejan peor regusto que esta, en especial, si hemos hecho todo lo que hemos podido y más, pero ha habido problemas con el tráfico o un imprevisto que nos ha fastidiado todo el planning.
#7. El maldito mantenimiento de los sitios turísticos
Que es necesario, y se agradece, ya sabes. Pero… ¿¡qué has hecho tú de malo en la vida para que te cierren los puntos más destacados de la ciudad cuando vas de visita?! Pues ahí toca tener paciencia y suspirar; siempre habrá un modo de conseguir ver ese lugar que tanta ilusión te hacía. ¡No desesperes!
¡Y eso son los siete dramas que hemos escogido! Por supuesto, hay muchos más: desde esas maletas que se empeñan en no dejar pasar todo lo que quieres llevarte hasta tener que dormir en medio de un aeropuerto atestado de gente o perderte en una ciudad de la que no sabes nada. Sea como sea, ahí está la aventura del viajero; el viaje, el drama, las lágrimas de alivio y el aprender a tomarse las desgracias (que siempre son un poco menos tragedia de lo que creíamos) con buena cara y buen humor.
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